Nunca es temprano para aprender
Hace tiempo una amiga me comentó que había descubierto a su hijo de corta edad, en animada charla telefónica con su abuela.
– Pero… ¿Cómo has marcado el número si no sabes contar ni cuál es un tres o un siete?
El niño puso cara de quien escucha una solemne tontería:
– Pues… aprieto las mismas teclas que tú cuando la llamas.
Una excelente memoria visual, sin duda. Luego descubrió que además sabía consultar la agenda que había junto al teléfono y copiar los números en el teclado para llamar a diversos amigos y familiares, y se aclararon de paso algunos misterios de la factura telefónica.
Cuando a mediados del siglo pasado se cambió el sistema telefónico de asistido por operadora a marcado decádico, hubo que dar cursillos para adultos y editar folletos acerca de su abstracto funcionamiento. Los adultos leían las instrucciones, discaban torpemente y se maravillaban del resultado. Por supuesto, evitaban que los niños tocaran tan complejo aparato. Quizá les resultara irritante que se saltaran el aprendizaje para dedicarse directamente a hablar con la abuela. Pues para eso sirve el teléfono, ¿no?
A años luz de distancia, hoy en día muchos adultos no dejan que los niños se acerquen al complicadísimo ordenador, temiendo que estropeen algo o que hagan un «uso inadecuado», y les desespera que su interés se centre en los juegos. ¿Inadecuado? Al contrario. Los niños asumen con extraordinaria facilidad la tecnología que está ahí a su disposición y no le dan importancia. Para ellos es una herramienta con un fin, y les interesa éste, el medio es lo de menos. Y el primer fin adecuado es jugar, por supuesto. ¿Acaso les iba a divertir el uso de complicadas hojas de cálculo que a nosotros nos cuestan cursillos y días enteros de aprendizaje?. No, cuando llegue su momento, la usarán directamente, sin aprendizaje de algo que les resultará obvio. Y se les ocurrirán seguramente posibilidades en las que nunca habíamos pensado, quizá por demasiado evidentes.
Naturalmente, no se trata de poner a disposición de los niños un ordenador y olvidarse del tema. Como en toda enseñanza, hay que supervisar y sobre todo, compartir el aprendizaje. Del mismo modo en que los educadores insisten en que hay que ver la televisión juntos y comentar la programación (me pregunto cuántos padres lo hacen) para evitar los abusos del medio.
Sobre todo, creo que sería muy interesante para un niño adquirir experiencia antes de la etapa adolescente. Éste quizás sea el peor momento, en el que hay una crisis de creatividad y una confusión tremenda acerca de objetivos. La inmersión en el mundo desconocido del ordenador y las redes en esa edad es como abrirle las puertas a un mundo para el cual no ha tenido una infancia en la que prepararse. Ahí es donde se producen la mayoría de problemas, a veces muy graves, que no existirían si el uso de los nuevos medios fuera ya algo normal y rutinario.
Un acceso gradual y racional a las nuevas tecnologías redundará en una mayor capacidad para minimizar problemas derivados de su uso o manejo. Posponer el acceso a la tecnología para cuando sea mayor, incluso para cuando sepa leer, puede ser un error. Por lo pasado, ya sabemos el acceso a la información y la comunicación será algo vulgar que pasará tan desapercibido como el simple y necesario teléfono, aunque ahora nos admire todo eso de la web, el correo electrónico e Internet.
Joan Rotger
Editor de Comunidad Virtual